Caminos, correos y teléfonos (III)
(PARTE III DEL COMENTARIO “CAMINOS, CORREOS Y TELÉFONOS”).
estar en ese preciso instante en la central de teléfonos de su localidad a fin de celebrar la conferencia.
Al día siguiente la señora Z se encontraba en teléfonos un poco antes de la hora indicada, hora a la que también acudía al teléfono de Cabañas el señor X, y comenzaba la espera. Espera que sería exactamente igual de larga para ambos comunicantes, que podían sentarse en un banco de madera que a tal fin había en todos los locutorios telefónicos. Llegadas, digamos las doce horas y la central de zona no llamaba a Cabañas para establecer la solicitada comunicación, el señor X decía a la telefonista que qué ocurría, que no “sonaba el aparato”. Entonces la telefonista volvía a dar vueltas a la manivela y… “ ¡Logrosán!, tengo pendiente la conferencia de las 11’00 horas con Sabadell. ¿Cómo va?... ¡Ah, bueno!, pues hasta luego”. La telefonista colgaba el auricular, se daba la vuelta y comunicaba al señor X que su conferencia tenía una demora de unas dos horas. El señor X continuaba a la espera, pues si sólo eran dos horas ya había transcurrido una, así que no quedaba mucho… las 13’00 horas…. Las 13’30 y el señor X comenzaba a impacientarse. Nuevamente la telefonista llamaba a la central de zona: “ ¿Logrosán, cómo va mi conferencia?... Bien, bien, pues nada esperamos”.
Esta vez la telefonista comunicaba al señor X que en una media hora estaría todo listo, que había un poquito de demora más de lo normal pero que todo iba bien. ¡Coño!, pues media hora y si todo va bien esto está hecho, pensaba el señor que intentaba hablar con Sabadell. Las 14’00… “la cosa ya tenía que estar a punto”, pensaba el hombre…. ¡Rinnnng!, Rinnnng!, ¡Rinnnng!, ¡Rinnng!. “ ¡Cuatro llamadas, es para aquí!”, decía la telefonista un tanto eufórica a la vez que descolgaba la auricular. –“ ¡Dime Logrosán!… … … … ¡ah!, ya, sí, sí… bueno, pues ya se lo digo. Adiós”. La euforia se había ido y la mujer, con cara de circunstancias, comunicaba al señor X que la habían dicho que el tráfico estaba muy cargado y que no le podrían dar la conferencia antes de las 21’00 horas. Al Señor X, a pesar de ser un hombre paciente, se le escapaba alguna imprecación contra la Compañía Telefónica Nacional de España y la hora en que se llevó de Cabañas la centralita, a la vez que se iba a comer quedando en volver sobre las 20,00 horas, para ver qué pasaba. La telefonista, a la vez que soltaba el adiós de rigor, solía decir, haciéndose cargo de la situación, algo así como: “Lo siento mucho, pero ya ves aquí no tenemos la culpa, la cosa viene de fuera”… (No es necesario describir la situación de la Señora Z en Sabadell, por ser fácil de imaginar).
A las 20’00 horas, puntual como un clavo, el señor X estaba nuevamente junto al teléfono, esperando que sonara una hora después, pues sonaría. ¡Debía de sonar!. Desde las 11’00 de la mañana hasta las 21’00 horas, ya se habría “descargado el tráfico” y todo sería normal, al fin Sabadell estaba un poco retirado, casi al otro lado de España, pero tampoco estaba en el extranjero, así que a la hora que le habían indicado aquella caja de madera colgada en la pared sonaría… 21’15, silencio… 21’30… más silencio; el señor X volvía a impacientarse y la telefonista trataba de tranquilizarle diciéndole que tenía que estar a punto pues a las diez cerraban la central y ya quedaba poco, por lo que antes le darían la conferencia… 21’55… ¡Rinnnng!, Rinnnng!, ¡Rinnnng!, ¡Rinnng!. ¡Ya está aquí!, casi gritaban al mismo tiempo el señor X y la telefonista, quien descolgaba el auricular: ¡Dime Logrosán!, y se quedaba escuchando como una liebre. Esta vez ya no hablaba más, ni decía adiós a su compañera, sólo se daba la vuelta y con cara de penitente de Semana Santa soltaba al señor X: “La conferencia queda suspendida hasta mañana a las 12’00 horas aproximadamente. Ha habido una avería muy grande ahí por Guadalajara y hasta mañana no estarán reparadas las líneas y aunque estuvieran antes, ya sabes, a las veintidós se cierra el servicio”…. Solía seguir hablando pero el señor X ya no la oía, pues había salido por la puerta de la casa del teléfono bufando como un jabalí y esta vez ya no imprecaba contra nadie. Simplemente blasfemaba como un carretero, a la vez que prometía que el poste de teléfonos que habían puesto en su huerto cogería el hacha y se lo cargaría y así se lo hacía saber a la mujer cuando llegaba a casa con un cabreo como un genral, pero ésta le frenaba en seco. Le frenaba como sólo saben frenar las mujeres con esa inteligencia, intuición y mesura que la Naturaleza las ha dado: “Claro, te cargas el poste y ya me dirás cómo hablas con tú hermana. Y ya sabes que tienes un hijo en la mili, nada menos que en Ceuta, así que cuando quiera hablar contigo pues que pida permiso al sargento y venga andando a verte. Además acabarías detenido y lo peor es que tendríamos que pagar el poste y, ya me dirás cómo”….
Con esta serie de directos a la mandíbula el señor X quedaba KO. De inmediato se avenía a razones, bajaba la cabeza, cenaba sin decir ni pío, y al día siguiente a la hora indicada estaba sumisamente junto al teléfono. No relataremos las escenas del nuevo día que podían ser muy similares o idénticas al anterior ya descritas, pero valga decir que, con suerte, al caer la tarde, quizá a las 18’00 ó 20’00 horas conseguiría hablar con su hermana, la señora Z que vivía en Sabadell.
Indudablemente se ha reseñado un caso exagerado pero no extremo, que puede parecer un relato de ciencia ficción más que una realidad, pero ciertamente hubo casos más allá del expresado en el que establecer una conferencia se tardó dos o tres días, incluso algunas fueron anuladas por aburrimiento. No obstante debe decirse en honor a la verdad que el realizar una conferencia en estos tiempos solía tardar, por lo general varias horas, pero la mayoría se resolvían en el mismo día.
Quizá algún o algunos jóvenes lean este relato y como llevan un teléfono móvil en su bolsillo que, si es de última generación, sólo con decir en voz alta “señora Z” se establecería la conexión telefónica con Sabadell, les parezca que esto es algo impensable, un sistema que hacía a quienes le usábamos la vida imposible. No es así. En el fondo, a pesar de estas contrariedades, supuso para todos nosotros un avance en las comunicaciones importantísimo. Algo que nos permitía hablar en unas horas con nuestros familiares en Barcelona, Francia, Suiza, Alemania… etc., y eso era algo que no nos hacía la vida imposible, sino que nos hacía sentirnos felices, pues sólo unos meses atrás para comunicarnos con ellos teníamos que enviarles una carta y esperar la respuesta a veces quince días, a veces un mes, a veces la carta no llegaba nunca. Así que bienvenidos aquellos teléfonos que eran cajas de madera colgadas de las paredes pero que nos permitían oír a nuestros seres queridos estuvieran donde estuvieran.
¡Ah!, y esto no sólo sucedía en Cabañas, también en Solana, Retamosa, Roturas… y en cualquier pueblo de la geografía española, pues el sistema era el mismo, sólo que a unos les llegó antes que a otros. Los citados fueron de los últimos. Nada más.
En otra ocasión hablaremos de otros servicios, como la asistencia sanitaria, por ejemplo, que también tenía su encanto.
estar en ese preciso instante en la central de teléfonos de su localidad a fin de celebrar la conferencia.
Al día siguiente la señora Z se encontraba en teléfonos un poco antes de la hora indicada, hora a la que también acudía al teléfono de Cabañas el señor X, y comenzaba la espera. Espera que sería exactamente igual de larga para ambos comunicantes, que podían sentarse en un banco de madera que a tal fin había en todos los locutorios telefónicos. Llegadas, digamos las doce horas y la central de zona no llamaba a Cabañas para establecer la solicitada comunicación, el señor X decía a la telefonista que qué ocurría, que no “sonaba el aparato”. Entonces la telefonista volvía a dar vueltas a la manivela y… “ ¡Logrosán!, tengo pendiente la conferencia de las 11’00 horas con Sabadell. ¿Cómo va?... ¡Ah, bueno!, pues hasta luego”. La telefonista colgaba el auricular, se daba la vuelta y comunicaba al señor X que su conferencia tenía una demora de unas dos horas. El señor X continuaba a la espera, pues si sólo eran dos horas ya había transcurrido una, así que no quedaba mucho… las 13’00 horas…. Las 13’30 y el señor X comenzaba a impacientarse. Nuevamente la telefonista llamaba a la central de zona: “ ¿Logrosán, cómo va mi conferencia?... Bien, bien, pues nada esperamos”.
Esta vez la telefonista comunicaba al señor X que en una media hora estaría todo listo, que había un poquito de demora más de lo normal pero que todo iba bien. ¡Coño!, pues media hora y si todo va bien esto está hecho, pensaba el señor que intentaba hablar con Sabadell. Las 14’00… “la cosa ya tenía que estar a punto”, pensaba el hombre…. ¡Rinnnng!, Rinnnng!, ¡Rinnnng!, ¡Rinnng!. “ ¡Cuatro llamadas, es para aquí!”, decía la telefonista un tanto eufórica a la vez que descolgaba la auricular. –“ ¡Dime Logrosán!… … … … ¡ah!, ya, sí, sí… bueno, pues ya se lo digo. Adiós”. La euforia se había ido y la mujer, con cara de circunstancias, comunicaba al señor X que la habían dicho que el tráfico estaba muy cargado y que no le podrían dar la conferencia antes de las 21’00 horas. Al Señor X, a pesar de ser un hombre paciente, se le escapaba alguna imprecación contra la Compañía Telefónica Nacional de España y la hora en que se llevó de Cabañas la centralita, a la vez que se iba a comer quedando en volver sobre las 20,00 horas, para ver qué pasaba. La telefonista, a la vez que soltaba el adiós de rigor, solía decir, haciéndose cargo de la situación, algo así como: “Lo siento mucho, pero ya ves aquí no tenemos la culpa, la cosa viene de fuera”… (No es necesario describir la situación de la Señora Z en Sabadell, por ser fácil de imaginar).
A las 20’00 horas, puntual como un clavo, el señor X estaba nuevamente junto al teléfono, esperando que sonara una hora después, pues sonaría. ¡Debía de sonar!. Desde las 11’00 de la mañana hasta las 21’00 horas, ya se habría “descargado el tráfico” y todo sería normal, al fin Sabadell estaba un poco retirado, casi al otro lado de España, pero tampoco estaba en el extranjero, así que a la hora que le habían indicado aquella caja de madera colgada en la pared sonaría… 21’15, silencio… 21’30… más silencio; el señor X volvía a impacientarse y la telefonista trataba de tranquilizarle diciéndole que tenía que estar a punto pues a las diez cerraban la central y ya quedaba poco, por lo que antes le darían la conferencia… 21’55… ¡Rinnnng!, Rinnnng!, ¡Rinnnng!, ¡Rinnng!. ¡Ya está aquí!, casi gritaban al mismo tiempo el señor X y la telefonista, quien descolgaba el auricular: ¡Dime Logrosán!, y se quedaba escuchando como una liebre. Esta vez ya no hablaba más, ni decía adiós a su compañera, sólo se daba la vuelta y con cara de penitente de Semana Santa soltaba al señor X: “La conferencia queda suspendida hasta mañana a las 12’00 horas aproximadamente. Ha habido una avería muy grande ahí por Guadalajara y hasta mañana no estarán reparadas las líneas y aunque estuvieran antes, ya sabes, a las veintidós se cierra el servicio”…. Solía seguir hablando pero el señor X ya no la oía, pues había salido por la puerta de la casa del teléfono bufando como un jabalí y esta vez ya no imprecaba contra nadie. Simplemente blasfemaba como un carretero, a la vez que prometía que el poste de teléfonos que habían puesto en su huerto cogería el hacha y se lo cargaría y así se lo hacía saber a la mujer cuando llegaba a casa con un cabreo como un genral, pero ésta le frenaba en seco. Le frenaba como sólo saben frenar las mujeres con esa inteligencia, intuición y mesura que la Naturaleza las ha dado: “Claro, te cargas el poste y ya me dirás cómo hablas con tú hermana. Y ya sabes que tienes un hijo en la mili, nada menos que en Ceuta, así que cuando quiera hablar contigo pues que pida permiso al sargento y venga andando a verte. Además acabarías detenido y lo peor es que tendríamos que pagar el poste y, ya me dirás cómo”….
Con esta serie de directos a la mandíbula el señor X quedaba KO. De inmediato se avenía a razones, bajaba la cabeza, cenaba sin decir ni pío, y al día siguiente a la hora indicada estaba sumisamente junto al teléfono. No relataremos las escenas del nuevo día que podían ser muy similares o idénticas al anterior ya descritas, pero valga decir que, con suerte, al caer la tarde, quizá a las 18’00 ó 20’00 horas conseguiría hablar con su hermana, la señora Z que vivía en Sabadell.
Indudablemente se ha reseñado un caso exagerado pero no extremo, que puede parecer un relato de ciencia ficción más que una realidad, pero ciertamente hubo casos más allá del expresado en el que establecer una conferencia se tardó dos o tres días, incluso algunas fueron anuladas por aburrimiento. No obstante debe decirse en honor a la verdad que el realizar una conferencia en estos tiempos solía tardar, por lo general varias horas, pero la mayoría se resolvían en el mismo día.
Quizá algún o algunos jóvenes lean este relato y como llevan un teléfono móvil en su bolsillo que, si es de última generación, sólo con decir en voz alta “señora Z” se establecería la conexión telefónica con Sabadell, les parezca que esto es algo impensable, un sistema que hacía a quienes le usábamos la vida imposible. No es así. En el fondo, a pesar de estas contrariedades, supuso para todos nosotros un avance en las comunicaciones importantísimo. Algo que nos permitía hablar en unas horas con nuestros familiares en Barcelona, Francia, Suiza, Alemania… etc., y eso era algo que no nos hacía la vida imposible, sino que nos hacía sentirnos felices, pues sólo unos meses atrás para comunicarnos con ellos teníamos que enviarles una carta y esperar la respuesta a veces quince días, a veces un mes, a veces la carta no llegaba nunca. Así que bienvenidos aquellos teléfonos que eran cajas de madera colgadas de las paredes pero que nos permitían oír a nuestros seres queridos estuvieran donde estuvieran.
¡Ah!, y esto no sólo sucedía en Cabañas, también en Solana, Retamosa, Roturas… y en cualquier pueblo de la geografía española, pues el sistema era el mismo, sólo que a unos les llegó antes que a otros. Los citados fueron de los últimos. Nada más.
En otra ocasión hablaremos de otros servicios, como la asistencia sanitaria, por ejemplo, que también tenía su encanto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario