Conquistadas
Badajoz y Mérida, Yagüe
trasladó su cuartel general a Trujillo. Siguiendo las órdenes de Franco, cuyo máximo objetivo era progresar por el Este hasta
Madrid, los nacionales trazaron un plan de combate cuya finalidad era adueñarse
del Valle del Tajo como fase previa al asedio de Madrid.
En líneas generales, el plan consistía en asegurar el puente de
Almaraz y avanzar por la línea Navalmoral-Oropesa-Talavera.
Yagüe disponía de un
flanco izquierdo perfectamente asentado, puesto que se apoyaba en pueblos
de Cáceres, totalmente adictos a los nacionales ya desde el primer día
de la guerra. Por el centro,
sus tropas poseían una gran capacidad ofensiva.
El problema radicaba en su flanco derecho, donde Castejón no había podido avanzar más allá de Santa Amalia, y
ello a costa de numerosas bajas en su columna debido a los intensos
bombardeos de la aviación enemiga.
Desde Sevilla, Franco organizó una línea de transporte cuya finalidad era el
suministro de materiales de guerra a las tropas legionarias que combatían
en Extremadura. Éstas, tras casi un mes de combates, estaban exhaustas y
habían sido diezmadas en demasía, a pesar de haber conquistado una gran
porción de terreno. Dos
columnas de tropas de refuerzo se añadieron a las que ya combatían bajo
el mando unificado de Yagüe:
la de los tenientes coroneles Barrón
y Delgado Serrano.
Desde Trujillo, Yagüe ordenó a Tella el
avance sobre Navalmoral, a través del puente de Almaraz.
La columna del teniente coronel Asensio
establecería, su base en Logrosán, mientras que la del comandante Castejón,
bordeando el flanco derecho junto a las líneas republicanas, intentaría
avanzar sobre Guadalupe. Su
misión era la más complicada: debía penetrar los kilómetros
suficientes en ese flanco para que las tropas que avanzaban por el centro
pudieran ir más deprisa, sin temer ataques republicanos desde el Este.
El día 24 de agosto -con Navalmoral y Guadalupe ya en manos de Tella
y Castejón-, se reunieron todos en Trujillo para celebrar Consejo en
el Cuartel General de Yagüe.
Las órdenes recibidas fueron las de reunificar las fuerzas en
Navalmoral y avanzar sobre Talavera.
Con
anterioridad, en el bando republicano se había organizado una
contraofensiva ante el avance de las tropas de Yagüe.
Su objetivo era fortificar las posiciones en la derecha del Tajo,
en un área que iba desde Oropesa a Navalmoral, y atacar a través del
Puerto de San Vicente, el ala derecha de las tropas nacionales.
En el Sur del frente extremeño los republicanos situaron la
columna del capitán Rodríguez Medina y, en La Serena, la del teniente coronel Fernández
Navarro. En el Norte, el
comandante Ruiz Farrona se
hallaba al mando de los regimientos de milicias Extremadura 1 y
Extremadura 2. Para combatir a Tella
en el área de Navalmoral, se desplazó a Oropesa el comandante Jurado,
que tomó bajo su mando a las columnas de los capitanes Orgaz, Merino y Martínez.
Finalmente salió hacia Extremadura, desde Valencia, la famosa «columna
fantasma», al mando del capitán de la Guardia Civil Manuel
Uribarri Baturell. Estas
tropas, que venían de conquistar Ibiza, se dirigieron al Puerto de San
Vicente para hostigar desde allí el flanco derecho de los nacionales.
Entre ellas se encontraba la afamada columna de Orencio
Labrador, a quien acompañaba como asesor militar el comandante Bertomeu. Los historiadores no se ponen de acuerdo en el número total
de hombres al mando del capitán Uribarri.
En todo caso, era bastante superior al de la columna Castejón,
con la que habría de enfrentarse en las afueras de Guadalupe.
La
«columna fantasma», cruzó el Puerto de San Vicente el 19 de agosto y
esa misma tarde tomó Alía, estableciendo allí el cuartel general y
continuando después su progresión hacia Guadalupe.
La guarnición del pueblo, aproximadamente unos 50 guardias
civiles, junto con otros tantos milicianos falangistas, y el vecindario de
la localidad, a los que se añadieron los escapados de Alía, se
refugiaron en el Monasterio a la espera del auxilio de Yagüe.
En total serían cerca de 5.000 personas las allí refugiadas.
Previamente, los aviones republicanos habían bombardeado en dos
ocasiones la localidad. Los
sitiados consiguieron que dos hombres rompieran el cerco enemigo y se
trasladaran hasta Cañamero y Logrosán en demanda de auxilio.
Se
preparó una columna de ayuda que rápidamente salió hacia el pueblo.
Según el diario «Hoy» (8-11-36), «cien hombres acudieron a
Guadalupe para sostener un pequeño frente y dar tiempo a las tropas del
Tercio para tomar el pueblo». Este
primer enfrentamiento ya demostró que las milicias republicanas no
estaban bien cualificadas para el combate, ya que apenas contaban con
militares profesionales, y además muchos de sus hombres, sobre todo los
anarquistas, no aceptaban fácilmente órdenes del mando jerárquico. Además
las tropas republicanas no estaban habituadas a las condiciones de lucha
de este árido e inhóspito valle. Hubo
abundantes deserciones. Los
milicianos se negaban a cavar trincheras, pues lo consideraban poco digno
o cobarde. Ante la presión de la columna de socorro los milicianos huyen
con gran indignación de Uribarri,
que solicitó autorización para fusilar a los oficiales y diezmar a la
tropa. En esas condiciones, luchar con tropas tan cualificadas
militarmente como las africanas resultaba prácticamente imposible.
Ante la situación, el propio general Riquelme,
jefe del Ejército del Centro, se desplazó a Guadalupe con el objetivo de
aplicar una férrea disciplina a sus tropas.
Tras la columna de socorro, los
nacionales enviaron el II Tabor de Regulares de Tetuán y varias compañías
de la V Bandera de la Legión. El
día 21 de agosto se combatió en el cruce de la carretera de Alía y
Guadalupe, y en los montes cercanos al pueblo.
Uribarri esperaba
atrincherado, pero ante la movilidad de las tropas de Castejón
se vio incapaz de maniobrar. La
estrategia de las fuerzas africanas fue la de envolver el grueso de las
tropas de Uribarri, cortando el
camino que las unía con su retaguardia.
Fueron más de cinco horas de intenso combate, con numerosas bajas
por las dos partes. Al final,
las milicias republicanas fueron perdiendo sus posiciones, abandonándolas
rápidamente sin recoger el material.
El día 22 huyeron definitivamente, levantándose así el sitio
sobre el Monasterio. En el
campo de batalla, el Ejército Rojo abandonó 20 camiones, 6 coches
ligeros, 16 ametralladoras, 100.000 cartuchos y todo su material
sanitario. El propio general Riquelme
estuvo a punto de caer prisionero de las tropas nacionales.
Según carta de Prieto al
Ministro de la Guerra, los republicanos tuvieron de 200 a 300 bajas.
Castejón,
tras la liberación de Guadalupe, se dirigió a Navalmoral, donde llegó
el 26 de agosto, un día antes que la columna de Asensio.
Desde hacía días combatían en la zona las fuerzas del teniente
coronel Tella, que se
enfrentaban a la ofensiva sobre Navalmoral desencadenada por las tropas
del comandante Jurado. El día
21, Tella ocupó Millanes; el
24, Belvís de Monroy. El día
25 se combatió duramente en Valdelacasa, Villar del Pedroso y
Carrascalejo. Rechazada la ofensiva republicana, y una vez unificada la
“columna Madrid”, los nacionales avanzaron por la carretera de
Navalmoral a Oropesa, conquistando esta última el día 30 de agosto.
Perdida definitivamente Guadalupe, el capitán Uribarri
se fortificó en Puente del Arzobispo.
Más tarde, las fuerzas republicanas volverían a cruzar el Puerto
de San Vicente y tomarían nuevamente la localidad cacereña de Alía.