“LAS ALMORROIDES”
La medicina popular presenta un amplio muestrario de remedios relacionados con una de las afecciones más comunes, cual es el caso de las hemorroides o almorranas, también conocidas en el habla de la tierra por el nombre de almorroides. Mas no sólo curaciones hallamos al respecto, sino también toda una serie de procedimientos preventivos o profilácticos que impiden que las almorranas se conviertan en un suplicio para las personas propensas a contraerlas.
No tendrán que temer la aparición de este mal quienes se tomen la molestia de llevar en el bolsillo, en la faltriquera, en el dobladillo del vestido o en una bolsa colgada al cuello alguno de los siguientes elementos: raíz de arzolla (Fregenal de la Sierra, Fuentes de León, Madroñera), raíz de viborera (27), raíz de lirio (Peraleda de San Román), una cebolla almorrana (28), unas hierbas de las almorrranas (Llerena), una castaña de Indias o común (29), unas bolas de alcanfor (Mérida, Los Santos de Maimona), un cardo macho (Torre de Miguel Sesmero) y un pipo de aceituna (Ahigal). Fuera de los elementos de origen vegetal nos quedamos con la nómina y con el cagajón desecado de mulo, que se usa en Galisteo. Al decir de nuestros informantes, tales restos excrementicios tienen su razón de ser en que “han salío por el culo d’un animal que no tiene almorranas y por eso hace que no las tengan los que lo tienen con ellos”. Significativo y nuevo ejemplo de concepción mágica aplicada a la etnomedicina.
Y mágicos son también otros procedimientos que se inscriben tanto como mecanismos profilácticos como, posteriormente, sanatorios. Entre éstos citamos el que se sigue en Aldeacentenera y Zorita, consistente en meter una lagartija en un alfiletero. Su muerte y desecación constituyen un freno para las posteriores hemorroides y una desaparición en el supuesto de que ya se estuvieran sufriendo. Con idéntica finalidad se entierra una rana en las proximidades de una corriente de agua con la seguridad de que el ejecutante nunca se verá aquejado de la molestia anal. Para quienes gusten de concreciones geográficas diremos que la costumbre es usual entre los lugareños de la comarca de Los Ibores. Nada sanguinaria se presenta otra actuación que se lleva a cabo en buena parte de la provincia de Badajoz coincidiendo con la madrugada de San Juan. Sólo con rozarse las entrenalgas con una piedra, que seguidamente se lanza al río, el problema almorránico dejará de ir con uno.
Uno de los amuletos mencionados más arriba, la cebolla almorrana o cebolla albarrana, es capaz de curar la afección por el simple contacto, aunque en Fregenal de la Sierra prefieran un lavatorio con el aceite que queda en la sartén luego de freír esta planta (30). Por esta misma zona sirve para solventar indisposiciones hemorroidales el empaparlas con decocción de hojas de algarrobo. De gran efectividad se consideran los lavados o baños de asiento en infusiones de hoja de saúco (Madroñera), de cogollos de hojas de zarza (Pescueza, Casillas de Coria), de malva (Valencia de Alcántara, Alburquerque), de malvavisco (Valdemorales, Aldea del Cano, Casas de Don Antonio), de álamo negro y de hierba mora.
Si de las infusiones pasamos al campo de la decocción, nos encontramos un completo recetario orientado hacia la zona tumefacta que se ubica a la vera de donde la espalda pierde su nombre. Tres veces al día se mojan las almorranas por los pueblos del Valle del Ambroz con un cocimiento de flores de gordolobo o, en su defecto, de cola de caballo. Esto mismo se hace mediante baños de sentadilla con el agua de hervir la escrofularia en buena parte de Extremadura. Esta última costumbre, en certera opinión de algunos investigadores, tiene su razón de ser en la forma de las raíces del vegetal, que en cierto sentido se asemeja a la de las almorranas (31). Quienes han sufrido del anal impedimento es casi seguro que habrán calmado los dolores después de haberse aplicado compresas empapadas en el agua de hervir brotes tiernos y secos de zarzal, viborera y corteza de encina (32), tres elementos que en la comunidad se consideran portadores de esencias analgésicas, emolientes y vasoconstrictoras. Si resultados inmediatos son los que se trata de conseguir, nada mejor que sentarse en una palangana con cocimiento, lo más caliente que el cuerpo aguante, de varias nueces de ciprés de cementerio. Queda por saber si la mayor efectividad está en la planta o en la relación de ésta con los muertos, máxime cuando en Cáceres no faltan quienes para vencer las almorroides se las espolvorean con tierra removida de alguna tumba.
Las compresas de maceración de bolsas de pastor gozan de gran estimación en Navezuelasy Roturas, y un poco más al oeste, cual ocurre en los pueblos de Retamosa, Torrecillas de la Tiesa y Aldeacentenera, se las ingenian para combatir las molestias rectales aplicando hojas de hierba de San Pedro cocidas. Pero si las almorranas sangraran, estas mismas hojas convertidas en polvo se encargarían de cortar la hemorragia. La parietaria machacada no escapa a estas aplicaciones, ya que tiene fama de desecar las venas, sobre todo si se le añade una pizca de sal, fórmula que mantiene su importancia en San Vicente de Alcántara. El sentarse sobre una raja de tomate es remedio de uso corriente en Alcántara y Navalmoral de la Mata y el hacerlo sobre una capa de cebolla trae consigo el cese de los dolores y escozores en Salvatierra de los Barros, Magacela y Monesterio. Ambos artículos hortícolas, además de solos y en crudo, como en los casos anteriores, también se utilizan fritos con grasa de cerdo. Sedantes son igualmente las hojas de verbasco cocidas con leche (Ahigal), el ungüento de yemas de álamo (Guadalupe, Talarrubias) o de semilla de laurel (Salvaleón, Aldea de Trujillo), las cataplasmas de pan y leche (Magabril, La Haba) o patata y leche (Pasarón de la Vera, Riolobos), la picadura del tabaco (Garganta la Olla) y el ajo crudo o cocido con vinagre y sal (Madroñera). Nada que objetar, puesto que la materia prima abunda, a la costumbre de Robledillo de Gata de llevarse al trasero un trozo de muletón impregnado en posos de vino calentados al baño maría. Y hay que tener muy en cuenta lo que de bueno hace al encogimiento hemorroidal la aplicación de compresas de agua mezclada con pimentón. Manda la experiencia no mantenerla más de diez minutos, ya que la piel se irrita y, en consecuencia, sería peor el remedio que la enfermedad.
Los anteriores preparados vegetales se complementan con otros dispares tratamientos en su lucha contra las almorranas. Quizás el más simple consiste en sentarse sobra una corriente de agua para que ésta “se lleve el mal”. Ríos predilectos de los extremeños, en atención al supuesto carácter salutífero de sus aguas para este tipo de andancios, son el Almonte y el Guadamez. Los que no desean alejarse del entorno en el que se vive, sobre todos los lugareños de la comarca de La Campiña, tienen más que suficiente con sentarse en un cubo para humedecerse el ano con agua sacada de siete pozos. A decir de los habitantes de Azuaga los mejores resultados se logran si el líquido se recoge en la noche de San Juan y si el baño de asiento se realiza en la mañana del Bautista antes de salir el sol.
Ideales son para estos menesteres las friegas con tocino rancio, mezclado o no con ajos, con hiel de cerdo, muy general en Madroñera (33), o con grasa de lobo, que en Acehuchal se aplican luego de tenerla durante tres noches al sereno (34).
Puesto que andamos por el reino animal, traigamos a colación el papel que en este campo juegan las sanguijuelas o lameoris, que en Torrejoncillo se encargan de vaciar las tumefacciones anales, sin olvidar el buen papel que cumplen como medicina antihemorroidal la baba de caracol (Almendralejo), la saliva de perro (Valencia del Ventoso), la leche de murciélago (Castañar de Ibor) y la piel de rana empapada en aceite, de gran utilización por toda la geografía regional. Y que conste que esta cuestión batracia no es nueva ni exclusiva de Extremadura, como nos ilustrará el tratamiento rimado que entresacamos de Las Quatrocientas Respuestas, de Fray Luis de Escobar, obra publicada en los mediados del siglo XVI en Valladolid (35):
Echando quatro o cinco ranas
en olla que no sea nueva
porque el olio no se enbeva
para vuestras almorranas.
Y de aceyte de comer
avéys allí de poner
medio azumbre bien tasado
y en fuego que sea templado
las dexaréys descozer.
Y allí conviene mecellas
hasta ser desechas ellas
y untad con aquel liquor
las almorranas, señor,
y así podréys sanar dellas.
La medicina tradicional extremeña da por hecho que las hemorroides tienen los días contados si se las ataca con vahos y sahumerios. Entre los primeros destacan los de cocimiento de salvado de trigo. El afectado se sienta sobre un cubo o bacinilla en el que se ha vertido este agua aún hirviendo, permaneciendo de esta guisa hasta que los vapores desaparecen. Así se hace en buena parte de la provincia de Cáceres, área en la que para tal curativa también se usa los vahos de orina, preferentemente de mujer. Por lo que respecta a las fumigaciones, mencionar debemos las que provienen de la incineración de quebrantapiedras o sanguinaria blanca .
Y, por supuesto, nada varían los mecanismos del sahumerio que se practica en Extremadura de los que siglos atrás leíanse en Tesoro de Pobres:
“Para las almorranas que duelen mucho, que son las que no purgan, toma un poco de hierba llamada sanguinaria, y pon un poco de rescoldo en el servicio, y echa una poca de hierba, y recibe el humo por un buen rato, añadiendo una poca de hierba; y los has de hacer una vez al día, y luego hallarás alivio, y de dos o tres veces quedarás sano” (36).
A la efectividad curativa de estos calores no le va a la zaga la que se desprende de sentarse en un cancho calentado por el sol. Tampoco hay extremeño que desconozca lo que de positivo significa el espolvorearlas con peos de lobo, lo que los botánicos traducen por lycoperdon.
Son muchas las personas que, sin abandonar los mencionados tópicos, confían en el poder de los medicamentos administrados por vía oral. Lo mismo la semilla que la pulpa de la calabaza y del calabacín poseen tal acción sedante que lleva a aconsejar la comida de grandes cantidades a los que ven las estrellas por causa de las anales tumefacciones. Así obran por las Vegas del Alagón. En las zonas vinícolas pacenses saben muy bien que para este particular sirven perfectamente las uvas frescas y el mosto. He aquí el refrán que al respecto se escucha por Villalba de los Barros: “En el tiempo de la vendimia, la mano al culo poco se arrima”. Otro tanto cabe decirse de los cardos borriqueros, que comidos en ensalada, en la sabia opinión de quienes viven por la comarca de Las Villuercas, contienen propiedades de reducir las almorroides a su mínima expresión.
De malvavisco fabrican por los pueblos de la Sierra de Montánchez una infusión que, endulzada moderadamente, alegra el paladar y al tiempo, puesto que es laxante, emoliente y antiinflamatoria, reconforta el cuerpo cuando se sufren las enunciadas molestias. Varios vasos al día son más que suficiente. Menos dosis exige la posología cuando el tratamiento se hace a cuenta de las vasoconstrictoras castañas de India: un vaso diario para la tisana y sólo una cucharada para la maceración en alcohol. Las ortigas (Cañamero), las hojas de roble (Santa Cruz de la Sierra, Hernán Pérez) y las hojas de nogal y de nueces (Las Hurdes) constituyen otras tantas materias primas para la confección de infusiones muy tenidas en cuenta por los sufridos pacientes, algunos de los cuales, como constatamos en Valverde del Fresno y Talaveruela, no dejan atrás la toma de avellanas tostadas o la maceración de sus hojas y corteza. Tampoco se resisten las hemorroides al paso por el gaznate de alguna infusión de hojas de olivo (La Granja, Zarza de Granadilla, Villar de Plasencia), de algún jarabe de ortiga (Arroyo de la Luz, Nava del Rey) y de alguna decocción de hojas de gordolobo, algo habitual en Salorino y La Codosera. Dos tazas al día de estos preparados bastan para conseguir los objetivos propuestos.
Pero, ¡atención!, si nada de lo anterior diera resultado, aún queda un postrero recurso por estas tierras extremeñas. Consiste el mismo en ir corriendo muy de mañana y en ayunas hasta una tomillera, orinar sobre ella, saltarla tres veces y regresar a casa a marchas forzadas. Y aunque esta práctica tampoco eliminase las almorranas, al menos serviría para vaciar la vejiga y para hacer un poco de ejercicio, que bien valdrá para abrir el apetito al comienzo del nuevo día.
REVISTA DE FOLKLORE
Año: 2006 - Tomo: 26a - Revista número: 301
Páginas en la revista: 3-14
Autor: DOMINGUEZ MORENO, José María
Tema: Medicina popular
Título del artículo: Medicina popular extremeña: sistema circulatorio.
FUNDACIÓN JÍMENEZ DÍAZ.
VIÑETA FORGES.
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