lunes, 29 de diciembre de 2008

SAN BORONDÓN, LAS ISLA FANTASMA.


Las Islas Canarias son siete… y sin embargo, se busca una octava isla. Se trata de la isla fantasma, la isla misteriosa, la isla de San Borondón. San Borondón es la forma canaria de Saint Brendan o Saint Brandan de Clonfert (480-576 d.C.), monje irlandés, protagonista de uno de las leyendas más famosas de la cultura celta: el viaje de San Brendano o Brandano a la Tierra Prometida de los Bienaventurados, las islas de la Felicidad y la Fortuna.Según el poema irlandés, Brendan era un monje de Tralee, en el condado irlandés de Kerry. Ordenado sacerdote en el año 512 d.C., partió junto con otros 14 monjes en una frágil embarcación que se internó en el Atlántico. La leyenda recoge el relato de sus aventuras, cómo recogieron otros 3 monjes más a lo largo de su viaje, sus encuentros con demonios que vomitaban fuego, con columnas de cristal flotante, con monstruosas criaturas tan grandes como islas.
Brendan y sus compañeros llegaron a una isla, en la que desembarcaron. Estaba llena de árboles y otros tipos de vegetación. Celebraron misa, y de pronto la isla comenzó a moverse. Se trataba de una gigantesca criatura marina, sobre cuyo lomo se encontraban los monjes.Después de muchas peripecias, Brendan consiguió regresar a Irlanda.
Muchos se basan en esta leyenda para afirmar que marinos irlandeses debieron alcanzar, posiblemente, las costas de Norteamérica o de Terranova, así como de Islandia y otras islas del Atlántico Norte, en la Alta Edad Media.
Lo cierto es que desde el siglo XV, a lo largo del cual las Islas Canarias son conquistadas, comienzan a oírse los relatos de una octava isla, que a veces se divisaba al oeste de La Palma, El Hierro y La Gomera. Cuando los navegantes intentaban aproximarse a ella, y se encontraban a la vista de sus costas, montañas y valles, la isla era envuelta por la bruma y desaparecía completamente. Evidentemente, la isla fue rápidamente identificada con la mítica isla-ballena de San Brendan, cuyo nombre se convirtió, en Canarias, en “San Borondón”.
Se creyó a pies juntillas en su existencia, y no faltaron relatos detallados de algún que otro navegante que juraba haber desembarcado en la isla y haberla explorado antes de que volviera a hundirse en el Océano. En algún tratado internacional firmado por el Reino de Castilla, haciendo referencia a Canarias, se hablaba de la soberanía castellana sobre “las islas de Canaria descubiertas y por descubrir”; como quien dice, por si acaso… La isla fue llamada “Aprositus”, Inaccesible, y en otras versiones de la leyenda recibe el nombre de “Antilia” o “Isla de las Siete Ciudades”, ciudades que se suponían fundadas por siete legendarios obispos.
En los archivos del siglo XVIII aparecen investigaciones oficiales realizadas por las autoridades de la Isla del Hierro, en la que declaran decenas de testigos que afirman haber visto la isla encantada desde las cumbres herreñas. A raíz de ello partió de Santa Cruz de Tenerife una expedición en busca de la isla.
Resulta asombrosa la tenacidad con la que la leyenda ha seguido viva en el folklore popular canario. San Borondón sigue siendo una presencia constante en la imaginación popular de las islas, y seguramente no hay isleño de Tenerife, La Palma, La Gomera o El Hierro que no haya oteado alguna vez desde las cumbres de su propia isla, buscando la isla perdida de San Borondón en el horizonte del oeste donde el sol se hunde en el azul cobalto del Atlántico.

HISTORIA DE SANTA BÁRBARA.



Existen dos leyendas sobre la virgen y mártir Santa Bárbara, patrona de los artilleros. Se emplea el término leyendas, ya que no existen referencias históricas provenientes de autoridades cristianas que lo acrediten.
La primera de estas historias aparece en las obras de Simeón Métpharastes.
Según los antiguos anales, Bárbara había nacido en Nicomedia (Provincia de Bitinia), durante el Imperio de Maximinio, que reinó desde el año 235 al 238. Fue hija de Dióscoro, caballero noble y poderoso, aunque feroz, y dado al culto de los dioses paganos.
Bárbara, su única hija, quien era poseedora de una gran belleza, fue sospechada de estar en comunicación con los cristianos -había sido bautizada por Orígenes- y por ello su padre la encerró en la torre de una granja con toda clase de comodidades.
Tal soledad, amada por Bárbara, la llevó a consagrar su pureza y su alma a Dios. Cuando su padre la quiso casar, ella se negó, diciendo que su esposo era Dios, lo que despertó la cólera de su padre al confirmar la idea de que su hija era cristiana.
Sometida a toda clase de atroces tormentos por el tribuno Marciano, y no obteniendo torcer sus principios, éste la hizo degollar. El ejecutor de la sentencia fue su propio padre, el cual cayó muerto después de la ejecución, fulminado por un rayo. Igual muerte sufrió el tribuno Marciano.
De ahí nació la costumbre de pedir a Dios, cuando estalla una tormenta, su protección por la virtud de la Santa Cruz y los méritos de Santa Barbara.
Su cuerpo fue transportado a Constantinopla, y depositado, al fin del siglo IX en una Iglesia erigida en su honor por el Emperador León.
En el año 991, siendo Emperador Basilio, las reliquias de Santa Bárbara fueron entregadas a los venecianos, las que aún hoy se veneran en la iglesia de los Padres de la Compañía de Jesús, en Venecia.
La segunda leyenda es aún más representativa, como para justificar la elección del Arma de Artillería.
Es la historia de un tal Alypius, considerado entonces padre de la santa, quien, durante su servicio militar trabó amistad con un fakir que le enseñó los maravillosas secretos del empleo del petróleo y del salitre, y que también le enseñó a preparar los fuegos de Bengala.
A su regreso a su ciudad natal, Alypius dedicó su vida al estudio de la química. Bárbara recibió una educación liberal y se interesó en las investigaciones de su padre. Juntos descubrieron un explosivo de gran potencia.
La belleza de Bárbara atraía a muchos pretendientes, pero ella prefirió ingresar al convento de Santa Perpetua, fundado por San Agustín.
Africa era entonces una presa propicia a las invasiones. Por ello, en una noche del año 430, los vándalos llegaron a las puertas de Hippone. Alypius pidió a Bárbara que abandonara el convento y fuese en su ayuda para defender la ciudad.
Una flecha enemiga mató a Alypiusmientras que Bárbara, única persona que poseía el secreto, continuó heroicamente el combate. Durante 14 meses consiguió detener el ataque de los vándalos gracias a los fuegos de Bengala y a los globos de fuego catapultados hacia el enemigo.
A pesar de esta defensa desesperada, los atacantes lograron atravesar el fuego, y sedientos de venganza se precipitaron hacia el convento donde Bárbara se había refugiado junto a las demás religiosas.
La santa guerrera, previendo tal circunstancia, había acumulado explosivos en los pasadizos subterráneos del convento. En el preciso instante en que los invasores penetraban, una enorme explosión destruyó a vencedores y vencidos.
De este modo, la Santa y sus compañeros lograron evitar los ultrajes del enemigo.

SANTA BÁRBARA, NOCHE DE FUEGO,CASTAÑAS,SARDINAS Y LLUVIA



Noche de Santa Bárbara, patrona de Navezuelas y de la artillería, minería, carboneros entre otras cosas, la relación de esta santa y el pueblo se remonta a los años veinte del siglo pasado cuando nos independizamos de Cabañas, y la tomamos como patrona, a diferencia del otro santo patrono si tiene una historia, que le une al pueblo.
Hacia tiempo que no estaba por estas fechas en Navezuelas, las condiciones meteorológicas típicamente navezoleñas, lluvia, frío, nieve, nieblas o neblina, como se dice en el pueblo, y mucha humedad, vamos pero mucha humedad, de la que te moja hasta los huesos, en definitiva lo que los lugareños llamamos el”microclima”.
La noche aconsejaba quedarse en casa el brasero de picón o bien cerca de una buena estufa, pero todo sea por la luminaria de Santa Bárbara.
En la plaza había una pila de leña de castaño en forma de choza, con tanta humedad le costó un poco empezar arder, poco a poco esta gran tea comienza a consumirse y a su alrededor a arremolinarse los lugareños, el calor que desprendía, concedía a la plaza un carácter hogareño, que hacía olvidar el frío y la llovizna que te empapaba la ropa, parece como si esta gran lumbre, fuera una gran calefacción central que caldea las frías calles centrales del pueblo.
La chiquillada empieza a correr y a jugar con las chispas que se desprenden de la hoguera, la mezcla con las gotas de lluvia hacen que el ambiente sea casi mágico. se suceden carreras, saltos, gritos alrededor del fuego y retos de haber quien se acerca de manera temeraria más al fuego. Mientras tanto se asan las castañas y se comienza con las labores de logística, de emplazamiento de la mesa en la cual se servirán las sardinas y el vino de pitarra; y sobre todo el lugar desde donde la orquesta amenizará la fiesta,
que por las inclemencias meteorológicas tuvo que refugiarse en un portal de unas de las casa de la plaza.
Comenzó la música, a continuación comenzó en banquete, de castañas, vino y sardinas, bueno para los menores refrescos, de pronto se terminaron las carreras y se comienza a formar unas improvisadas colas para recoger la comida.
Extraña mezcla, sardinas, vino de pitarra, castañas asadas, y pasodobles, pero no baila nadie, por miedo, frío o por vergüenza quizás, esa es la pregunta que me he hecho siempre que he ido a una verbena en el pueblo; escenas Berlanguianas o Felinianas el neorrealismo navezoleño, hay que ser de Navezuelas para entenderlo, los foráneos no lo llegan a concebir.

viernes, 12 de diciembre de 2008

LLUVIA DE VERSOS EN LAS VILLUERCAS.Carlos Domínguez Ríos.





De ayer a hoy.



" Yo he nacido en Navezuelas,
en la calle del Prado
era una casa muy vieja
que la han reformado.

Empecé allí de niño,
hasta que me puse de pie
y luego enseguida,
a la escuela me marché.


En el barrio éramos muchos vecinos,
que entre todos bien te lo pasabas,
porque las mujeres entonces andaban,
haber cuál era la que más criaba.

Se llevaban todos muy bien,
aunque algunas veces se discutía
si mi gallina en tu nidal ponía.


Porque yo he visto a mi gallina
de tu gallinero salir cantando,
o es que me vas a hacer creer a mí,
que ha estado allí escarbando.

Se cambiaban jamones por tocino,
porque decían que el jamón con hueso y el magro
cundía poquino.

Los chorizos gordos,
eran para cuando se iban los hombres a segar,
y para nosotros eran las patatera
cuando nos la llegaban a dar.

Y dando gracias
aquellos que las tenían,
que otros,
ni siquiera matanza hacían.


Se masaba una cuartilla
o algo más si había,
se hacía una buena hornada
y se tenía pan para quince días.


No teniamos agua en casa
para podernos ducharnos,
cogiamos un cacharro
e íbamos a por ella al pilar.


Nos lavábamos todos
en una misma palangana,
y decíamos hasta mañana.

Empecé a ir a la escuela
con cuatro años nada más
y allí nos lo pasábamos de cuento
y estaba entonces la escuela,
donde es hoy el ayuntamiento.


Cuando pasó el tiempo,
me cambiaron de clase,
que estaba en la calle mía,
era una casa muy vieja
que ni de cuadra valía.

Allí donde yo vivía
había unos peñascales,
que de caerme en ellos
tengo la cabeza llena de señales.

Nos hicieron el centro escolar
Nuestra Señora de Guadalupe,
para que estubiésemos más agrupados
y no estudiáramos en otros sitios
mal acondicionados.

Aquello era diferente,
de como es ahora
porque los chicos teníamos profesor
y las chicas profesora.


En la terraza nos dividían unos barrotes
para que en el recreo
no nos pudiéramos juntar,
pero como te los llegaras a saltar,
las orejas te habían de estrirar..."


Este fragmento pertenece al libro"Lluvia de Versos en Las Villuercas" del poeta y rapsoda local,Carlos Domínguez Ríos.