lunes, 4 de enero de 2010

EL ENIGMA DE WILLIAN SHAKESPEARE.



WILLIAM SHAKESPEARE goza del reconocimiento mayoritario como figura suprema del teatro universal. The New Encyclopædia Britannica señala que “muchos lo consideran el mayor dramaturgo de todos los tiempos. Sus piezas [...] se representan más veces y en mayor número de naciones que las de cualquier otro escritor”, y además están traducidas a más de setenta idiomas.

Tocante a la autoría del vasto cuerpo literario que se le atribuye, The World Book Encyclopedia dice: “Ninguno de los grandes críticos de Shakespeare cuestiona que él haya redactado sus obras y poemas”. No obstante, hay voces que disienten. ¿Por qué?.

Shakespeare nació en Stratford on Avon en 1564 y murió cincuenta y dos años después, en 1616. Sobre él se han editado incontables volúmenes —muchos tras años de paciente investigación— que pretenden contestar una pregunta turbadora, a la par que fundamental: ¿Son realmente suyos los escritos que llevan su nombre?

Principales dificultades

Sus creaciones reflejan un magnífico caudal de experiencia; por ejemplo, el despliegue que hace de términos y precedentes jurídicos denota dominio del derecho. En 1860, sir John Bucknill indicó en el libro Medical Knowledge of Shakespeare (El conocimiento médico de Shakespeare) que el autor sabía mucho de medicina; y otro tanto cabe decir de caza, cetrería y otros deportes, así como de etiqueta cortesana. Era, en palabras del historiador shakespeariano John Michell, “el escritor versado en todo”.

En sus obras se mencionan cinco naufragios, lo que aunado al empleo de términos náuticos da a entender que era un avezado marino. ¿Viajó el dramaturgo al extranjero? ¿Le obligaron a servir en la marina? ¿Colaboró en la derrota de la Armada Invencible de España en 1588? La respuesta afirmativa a cualquiera de estas preguntas respaldaría la paternidad literaria de Shakespeare, pero no hay pruebas firmes. Igual ocurre con su conocimiento del mundo militar, incluida el habla de los soldados de infantería.

Las citas de la Sagrada Escritura, muy notables en sus creaciones, pudiera haberlas aprendido de su madre, pero no hay indicios de que ella supiera leer. Ante los conocimientos bíblicos del autor, surge la pregunta de qué instrucción recibió.

¿Fue un hombre de letras?

Su padre, John, era guantero, lanero y posiblemente carnicero. Aunque analfabeto, era un ciudadano respetable. La mayoría de los expertos opinan hoy que William asistió de niño a la escuela pública de Stratford, si bien no se dispone de listas del alumnado. Años después, Ben Jonson, dramaturgo y amigo del escritor, afirmó que este sabía “poco latín y menos griego”, lo que tal vez denote una educación elemental.

No obstante, el autor tenía conocimientos sólidos de los clásicos griegos y latinos, así como de la literatura, y quizás los idiomas, de Francia, Italia y España. Disponía también de un amplio vocabulario. La persona culta de la actualidad no suele usar más de cuatro mil palabras en la conversación. John Milton, poeta inglés del siglo XVII, utilizó unas ocho mil en sus obras. Pero, según cierta autoridad, Shakespeare empleó como mínimo 21.000.

Libros y manuscritos

Aunque en su testamento de tres páginas se detallan todas sus pertenencias, no hay mención de libros ni manuscritos. ¿Los entregó a Susanna, su hija mayor? De ser así, seguramente se repartieron entre sus descendientes. Intrigado por el misterio, un clérigo del siglo XVIII examinó todas las bibliotecas particulares situadas en 80 kilómetros a la redonda de Stratford sin descubrir un solo volumen que hubiese pertenecido al autor.

Los originales de las obras plantean un problema aún mayor: que se sepa, no se conserva ninguno. La edición del primer Folio, que contenía 36 obras, se realizó en 1623, siete años después de morir el autor, astuto negociante que en vida no tomó ninguna medida legal para impedir las frecuentes ediciones piratas.

Camino de Londres y de la fama

Algunas compañías ambulantes de actores, habituales en la era isabelina, visitaron Stratford en 1587. Shakespeare quizá se les uniera y llegara a Londres en el otoño de aquel año. Nos consta que se integró en la principal agrupación teatral de Londres: la Compañía de lord Chamberlain, que acabó convirtiéndose en la Compañía Real. La llegada a la capital cambió el curso de su vida. Con los años adquirió propiedades en Londres y Stratford. No obstante, carecemos de información concreta sobre sus acciones entre 1583 y 1592, los importantes “años oscuros”.

En 1599 se edificó en Southwark el teatro El Globo. Ya se conocían en Londres algunas obras del autor, que sin embargo nunca fue famoso. Ni siquiera tuvo un gran funeral, a diferencia de dramaturgos como Ben Jonson y Francis Beaumont, que fueron sepultados con gran pompa en la abadía londinense de Westminster.

Candidatos

¿Se ocultó tras el apellido Shakespeare el verdadero autor —o grupo— que redactó las obras? Entre las más de sesenta posibilidades que se han barajado están el dramaturgo Christopher Marlowe y personajes tan inesperados como el cardenal Wolsey, sir Walter Raleigh y aun la reina Isabel I. ¿Cuáles consideran más verosímiles los teóricos?

El primer candidato es Francis Bacon, eminente letrado y funcionario real, instruido en la Universidad de Cambridge, que redactó muchas obras y era tres años mayor que Shakespeare. La teoría que atribuye la paternidad de las obras shakespearianas a Bacon se propuso inicialmente en 1769, pero no se tomó en cuenta sino hasta casi ochenta años después. En 1885 se formó la Sociedad Baconiana para defender esta tesis, sustentada con muchos datos. Por ejemplo, Bacon vivió a unos 30 kilómetros al norte de Londres, cerca de Saint Albans, población mencionada quince veces en los escritos de Shakespeare, mientras que el pueblo natal de este, Stratford on Avon, no aparece ni una sola vez.

Tanto Roger Manners, quinto conde de Rutland, como William Stanley, sexto conde de Derby, cuentan con sus partidarios. Ambos eran cultos y duchos en la vida palaciega. Pero ¿por qué iba a ocultar ninguno de ellos su obra? P. S. Porohovshikov, profesor que defendió en 1939 la tesis de Rutland, dijo: “Sus primeras obras impresas fueron anónimas y las siguientes seudónimas, pues no se veía bien que un noble escribiera para los teatros populares”.

Para algunos, los escritos shakespearianos son la labor de un consorcio de autores en el que cada uno aportó su pericia. Por otro lado, ya que Shakespeare era un actor diestro, ¿adaptó obras ajenas y las preparó para la escena? Se decía que él nunca ‘tachaba una línea’ de sus manuscritos, lo que pudiera ser cierto con respecto a encargos de enmendar levemente piezas ajenas.

¿Cuál es una de las razones principales por la que se cuestionó la autoría de Shakespeare? The World Book Encyclopedia señala “la negativa a creer que un actor de Stratford on Avon hubiese podido escribir tales obras. Su origen rural no cuadraba con la imagen que tenían del genial autor”. La citada enciclopedia añade que la mayoría de los supuestos escritores “pertenecían a la nobleza o a otro estamento privilegiado”. Así pues, muchos de los que ponían en tela de juicio la paternidad literaria de Shakespeare creen que “solo pudo haber escrito las obras un autor instruido, refinado y de clase alta”. Con todo, como indicamos al principio, muchos especialistas creen que Shakespeare sí las escribió.

¿Acabará pronto la polémica? No es probable, pues a menos que salgan a la luz nuevos datos, como manuscritos originales o detalles que llenen la laguna de sus años oscuros, “este sublime genio de la palabra” seguirá siendo un enigma fascinante.

[Nota]

Aunque las primeras obras shakespearianas revelan el influjo de Christopher Marlowe, este falleció en Londres en 1593 a los 29 años en una riña de taberna. Hay quien afirma que esta muerte fue una farsa con la que se encubrió su marcha a Italia, lugar donde siguió escribiendo. Lo cierto es que no hay constancia del funeral ni del entierro.

¿Sabía escribir su nombre?

Se conservan cuatro documentos con seis posibles firmas de William Shakespeare, en las que el nombre aparece casi ilegible y adopta diversas grafías. Hay expertos que creen que tal vez fueran sus abogados quienes firmaron el testamento en su nombre, lo que suscita, según algunos, una delicada cuestión: ¿Sabía escribir Shakespeare? No nos queda de él ningún manuscrito. Su hija Susanna sabía firmar, pero no hay indicios de que pudiera hacer más. Su otra hija, Judith, muy apegada a su padre, firmaba con una marca: era analfabeta. Nadie sabe por qué no tomó medidas el dramaturgo para que su descendencia recibiera los inestimables beneficios de la literatura.

FUENTE:

PORTAL EDUCATIVO DE HERNÁN ROCHA.
Escrito por: Hernán Carmelo Rocha Jácome.


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