lunes, 29 de diciembre de 2008

HISTORIA DE SANTA BÁRBARA.



Existen dos leyendas sobre la virgen y mártir Santa Bárbara, patrona de los artilleros. Se emplea el término leyendas, ya que no existen referencias históricas provenientes de autoridades cristianas que lo acrediten.
La primera de estas historias aparece en las obras de Simeón Métpharastes.
Según los antiguos anales, Bárbara había nacido en Nicomedia (Provincia de Bitinia), durante el Imperio de Maximinio, que reinó desde el año 235 al 238. Fue hija de Dióscoro, caballero noble y poderoso, aunque feroz, y dado al culto de los dioses paganos.
Bárbara, su única hija, quien era poseedora de una gran belleza, fue sospechada de estar en comunicación con los cristianos -había sido bautizada por Orígenes- y por ello su padre la encerró en la torre de una granja con toda clase de comodidades.
Tal soledad, amada por Bárbara, la llevó a consagrar su pureza y su alma a Dios. Cuando su padre la quiso casar, ella se negó, diciendo que su esposo era Dios, lo que despertó la cólera de su padre al confirmar la idea de que su hija era cristiana.
Sometida a toda clase de atroces tormentos por el tribuno Marciano, y no obteniendo torcer sus principios, éste la hizo degollar. El ejecutor de la sentencia fue su propio padre, el cual cayó muerto después de la ejecución, fulminado por un rayo. Igual muerte sufrió el tribuno Marciano.
De ahí nació la costumbre de pedir a Dios, cuando estalla una tormenta, su protección por la virtud de la Santa Cruz y los méritos de Santa Barbara.
Su cuerpo fue transportado a Constantinopla, y depositado, al fin del siglo IX en una Iglesia erigida en su honor por el Emperador León.
En el año 991, siendo Emperador Basilio, las reliquias de Santa Bárbara fueron entregadas a los venecianos, las que aún hoy se veneran en la iglesia de los Padres de la Compañía de Jesús, en Venecia.
La segunda leyenda es aún más representativa, como para justificar la elección del Arma de Artillería.
Es la historia de un tal Alypius, considerado entonces padre de la santa, quien, durante su servicio militar trabó amistad con un fakir que le enseñó los maravillosas secretos del empleo del petróleo y del salitre, y que también le enseñó a preparar los fuegos de Bengala.
A su regreso a su ciudad natal, Alypius dedicó su vida al estudio de la química. Bárbara recibió una educación liberal y se interesó en las investigaciones de su padre. Juntos descubrieron un explosivo de gran potencia.
La belleza de Bárbara atraía a muchos pretendientes, pero ella prefirió ingresar al convento de Santa Perpetua, fundado por San Agustín.
Africa era entonces una presa propicia a las invasiones. Por ello, en una noche del año 430, los vándalos llegaron a las puertas de Hippone. Alypius pidió a Bárbara que abandonara el convento y fuese en su ayuda para defender la ciudad.
Una flecha enemiga mató a Alypiusmientras que Bárbara, única persona que poseía el secreto, continuó heroicamente el combate. Durante 14 meses consiguió detener el ataque de los vándalos gracias a los fuegos de Bengala y a los globos de fuego catapultados hacia el enemigo.
A pesar de esta defensa desesperada, los atacantes lograron atravesar el fuego, y sedientos de venganza se precipitaron hacia el convento donde Bárbara se había refugiado junto a las demás religiosas.
La santa guerrera, previendo tal circunstancia, había acumulado explosivos en los pasadizos subterráneos del convento. En el preciso instante en que los invasores penetraban, una enorme explosión destruyó a vencedores y vencidos.
De este modo, la Santa y sus compañeros lograron evitar los ultrajes del enemigo.

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