viernes, 1 de marzo de 2013

LA COLUMNA FANTASMA.

    
 Conquistadas Badajoz y Mérida, Yagüe trasladó su cuartel general a Trujillo. Siguiendo las órdenes de Franco, cuyo máximo objetivo era progresar por el Este hasta Madrid, los nacionales trazaron un plan de combate cuya finalidad era adueñarse del Valle del Tajo como fase previa al asedio de Madrid.  En líneas generales, el plan consistía en asegurar el puente de Almaraz y avanzar por la línea Navalmoral-Oropesa-Talavera.  Yagüe disponía de un flanco izquierdo perfectamente asentado, puesto que se apoyaba en pueblos de Cáceres, totalmente adictos a los nacionales ya desde el primer día de la guerra.  Por el centro, sus tropas poseían una gran capacidad ofensiva.  El problema radicaba en su flanco derecho, donde Castejón no había podido avanzar más allá de Santa Amalia, y ello a costa de numerosas bajas en su columna debido a los intensos bombardeos de la aviación enemiga.
       Desde Sevilla, Franco organizó una línea de transporte cuya finalidad era el suministro de materiales de guerra a las tropas legionarias que combatían en Extremadura. Éstas, tras casi un mes de combates, estaban exhaustas y habían sido diezmadas en demasía, a pesar de haber conquistado una gran porción de terreno.  Dos columnas de tropas de refuerzo se añadieron a las que ya combatían bajo el mando unificado de Yagüe: la de los tenientes coroneles Barrón y Delgado Serrano.
     Desde Trujillo, Yagüe ordenó a Tella el avance sobre Navalmoral, a través del puente de Almaraz.  La columna del teniente coronel Asensio establecería, su base en Logrosán, mientras que la del comandante Castejón, bordeando el flanco derecho junto a las líneas republicanas, intentaría avanzar sobre Guadalupe.  Su misión era la más complicada: debía penetrar los kilómetros suficientes en ese flanco para que las tropas que avanzaban por el centro pudieran ir más deprisa, sin temer ataques republicanos desde el Este.  El día 24 de agosto -con Navalmoral y Guadalupe ya en manos de Tella y Castejón-, se reunieron todos en Trujillo para celebrar Consejo en el Cuartel General de Yagüe.  Las órdenes recibidas fueron las de reunificar las fuerzas en Navalmoral y avanzar sobre Talavera.
Con anterioridad, en el bando republicano se había organizado una contraofensiva ante el avance de las tropas de Yagüe.  Su objetivo era fortificar las posiciones en la derecha del Tajo, en un área que iba desde Oropesa a Navalmoral, y atacar a través del Puerto de San Vicente, el ala derecha de las tropas nacionales.  En el Sur del frente extremeño los republicanos situaron la columna del capitán Rodríguez Medina y, en La Serena, la del teniente coronel Fernández Navarro.  En el Norte, el comandante Ruiz Farrona se hallaba al mando de los regimientos de milicias Extremadura 1 y Extremadura 2. Para combatir a Tella en el área de Navalmoral, se desplazó a Oropesa el comandante Jurado, que tomó bajo su mando a las columnas de los capitanes Orgaz, Merino y Martínez.  Finalmente salió hacia Extremadura, desde Valencia, la famosa «columna fantasma», al mando del capitán de la Guardia Civil Manuel Uribarri Baturell.  Estas tropas, que venían de conquistar Ibiza, se dirigieron al Puerto de San Vicente para hostigar desde allí el flanco derecho de los nacionales.  Entre ellas se encontraba la afamada columna de Orencio Labrador, a quien acompañaba como asesor militar el comandante Bertomeu.  Los historiadores no se ponen de acuerdo en el número total de hombres al mando del capitán Uribarri.  En todo caso, era bastante superior al de la columna Castejón, con la que habría de enfrentarse en las afueras de Guadalupe.
La «columna fantasma», cruzó el Puerto de San Vicente el 19 de agosto y esa misma tarde tomó Alía, estableciendo allí el cuartel general y continuando después su progresión hacia Guadalupe.  La guarnición del pueblo, aproximadamente unos 50 guardias civiles, junto con otros tantos milicianos falangistas, y el vecindario de la localidad, a los que se añadieron los escapados de Alía, se refugiaron en el Monasterio a la espera del auxilio de Yagüe.  En total serían cerca de 5.000 personas las allí refugiadas.  Previamente, los aviones republicanos habían bombardeado en dos ocasiones la localidad.  Los sitiados consiguieron que dos hombres rompieran el cerco enemigo y se trasladaran hasta Cañamero y Logrosán en demanda de auxilio.
Se preparó una columna de ayuda que rápidamente salió hacia el pueblo.  Según el diario «Hoy» (8-11-36), «cien hombres acudieron a Guadalupe para sostener un pequeño frente y dar tiempo a las tropas del Tercio para tomar el pueblo».  Este primer enfrentamiento ya demostró que las milicias republicanas no estaban bien cualificadas para el combate, ya que apenas contaban con militares profesionales, y además muchos de sus hombres, sobre todo los anarquistas, no aceptaban fácilmente órdenes del mando jerárquico. Además las tropas republicanas no estaban habituadas a las condiciones de lucha de este árido e inhóspito valle.  Hubo abundantes deserciones.  Los milicianos se negaban a cavar trincheras, pues lo consideraban poco digno o cobarde. Ante la presión de la columna de socorro los milicianos huyen con gran indignación de Uribarri, que solicitó autorización para fusilar a los oficiales y diezmar a la tropa. En esas condiciones, luchar con tropas tan cualificadas militarmente como las africanas resultaba prácticamente imposible.  Ante la situación, el propio general Riquelme, jefe del Ejército del Centro, se desplazó a Guadalupe con el objetivo de aplicar una férrea disciplina a sus tropas.
     Tras la columna de socorro, los nacionales enviaron el II Tabor de Regulares de Tetuán y varias compañías de la V Bandera de la Legión.  El día 21 de agosto se combatió en el cruce de la carretera de Alía y Guadalupe, y en los montes cercanos al pueblo.  Uribarri esperaba atrincherado, pero ante la movilidad de las tropas de Castejón se vio incapaz de maniobrar.  La estrategia de las fuerzas africanas fue la de envolver el grueso de las tropas de Uribarri, cortando el camino que las unía con su retaguardia.  Fueron más de cinco horas de intenso combate, con numerosas bajas por las dos partes.  Al final, las milicias republicanas fueron perdiendo sus posiciones, abandonándolas rápidamente sin recoger el material.  El día 22 huyeron definitivamente, levantándose así el sitio sobre el Monasterio.  En el campo de batalla, el Ejército Rojo abandonó 20 camiones, 6 coches ligeros, 16 ametralladoras, 100.000 cartuchos y todo su material sanitario.  El propio general Riquelme estuvo a punto de caer prisionero de las tropas nacionales.  Según carta de Prieto al Ministro de la Guerra, los republicanos tuvieron de 200 a 300 bajas.
Castejón, tras la liberación de Guadalupe, se dirigió a Navalmoral, donde llegó el 26 de agosto, un día antes que la columna de Asensio.  Desde hacía días combatían en la zona las fuerzas del teniente coronel Tella, que se enfrentaban a la ofensiva sobre Navalmoral desencadenada por las tropas del comandante Jurado. El día 21, Tella ocupó Millanes; el 24, Belvís de Monroy.  El día 25 se combatió duramente en Valdelacasa, Villar del Pedroso y Carrascalejo.  Rechazada la ofensiva republicana, y una vez unificada la “columna Madrid”, los nacionales avanzaron por la carretera de Navalmoral a Oropesa, conquistando esta última el día 30 de agosto.  Perdida definitivamente Guadalupe, el capitán Uribarri se fortificó en Puente del Arzobispo.  Más tarde, las fuerzas republicanas volverían a cruzar el Puerto de San Vicente y tomarían nuevamente la localidad cacereña de Alía.

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